Hacia un concepto de literatura
Por mucho tiempo se consideró a la literatura como un discurso social separado de otros discursos (histórico, político, periodístico, científico, etc.) por su relación con lo ficcional, y que los textos literarios tenían como finalidad exponer una imagen del mundo presente en un momento histórico determinado. Ya en el siglo XX, las vanguardias dieron visibilidad al poder de provocación que el arte podía ejercer sobre el público y de subversión de las leyes del mundo conocido. Sin embargo, en la actualidad las diferencias no son tan claras. En consecuencia, cada obra nos propone el desafío de repensar las categorías, las definiciones y sus fronteras.
Por otra parte, la literatura también se diferenciaba de los otros discursos sociales por la preeminencia de la función estética del lenguaje, que hace hincapié en la construcción del mensaje, mediante una cuidada selección y una especial combinación de las palabras. En nuestros días, muchos textos no se concentran en la construcción de un mensaje bello, como habrás escuchado decir, sino en movilizar nuestras ideas sobre qué es un autor, cuál es la función del público, qué se puede encontrar en un museo y hasta el objeto “libro” como soporte de la obra literaria. Teniendo en cuenta la lectura que ofrece el mundo virtual, todas estas nociones tienden a redefinirse. En síntesis, no podemos definir literatura de una vez y para siempre. El estudio de cada época nos ofrecerá ideas acerca de lo que sus escritores y lectores producen y reciben como literatura.
Tal como lo analiza el crítico inglés Raymond Williams, el concepto original de “literatura” surge durante el Renacimiento. La palabra tiene su raíz en el término latino litera, que significa “letra del alfabeto”. Literatura fue, en un principio, la facultad de leer y el haber leído. De algún modo, esta calificación derivó luego hacia lo que hoy llamamos “letrado” y recién a mediados del siglo XIX adquirió el significado que tiene en la actualidad.
...durante el siglo XVIII, literatura fue originariamente un concepto social generalizado que expresaba cierto nivel (minoritario) de realización educacional. Esta situación llevaba consigo una definición alternativa potencial y eventualmente realizada de la literatura considerada refiriéndose a los “libros impresos”, los objetos en los cuales, y a través de los cuales, se demostraba esta realización.[...] La definición indicada por este desarrollo se ha conservado a cierto nivel. La literatura perdió su sentido originario como capacidad de lectura y experiencia de lectura y se convirtió en una categoría aparentemente objetiva de libros impresos de cierta calidad. Los intereses de un “editor literario” o de un “suplemento literario” todavía serían definidos de este modo. Sin embargo, pueden distinguirse tres tendencias conflictivas: primero, un desplazamiento desde el concepto de “saber” hacia los de “gusto” o “sensibilidad”, como criterio que define la calidad literaria; segundo, una creciente especialización de la literatura en el sentido de los trabajos “creativos” o “imaginativos”; tercero, un desarrollo del concepto de “tradición” dentro de los términos nacionales que culminó en una definición más efectiva de una “literatura nacional ".
La obra artística
La obra artística, desde sus orígenes hasta nuestros días, ha sido objeto de búsquedas y encuentros entre el ser humano que la produce, ya sea para captar los misterios de la divinidad, para indagar en las relaciones entre el hombre y el mundo, y en la actualidad para preguntarse por las relaciones entre los hombres . El arte ha representado una vasta extensión que le ha permitido al ser humano rebasar las barreras del tiempo y del espacio. Ciertamente el hombre parte de una relación con el mundo, ante el cual surgen una serie de interrogantes que se plasman en una “forma”.
Los griegos afirmaban que para que el arte apareciera tenía que darse necesariamente el tiempo de ocio, suponían que toda vez que el hombre hubo satisfecho sus necesidades primarias, básicas, tales como la alimentación, el vestido y la vivienda, buscó la forma de hacer más placentera la vida.
Por otra parte, la obra artística, nace como una emisión y requiere una recepción, esto significa que el mensaje circule.
Diríamos, finalmente, que el arte es inherente al hombre, más allá de los juicios o definiciones convencionales que asocian al arte con la belleza, diremos que se debe relacionar con la condición humana.
Antes de continuar debemos convenir en que no podemos seguir al pie de la letra estas afirmaciones, pues caeríamos en el absurdo de afirmar que todo aquel mensaje formulado a través de la palabra, sea oral o escrita, se inscribe en la literatura. Así tendríamos que las noticias, los mensajes, las notas aclaratorias y hasta los anuncios comerciales, serían literatura, lo cual resulta, en principio, inválido. Lo que sucede es que la palabra alcanza dimensiones diferentes en las expresiones sociales y artísticas, de un sentido directo y utilitario que le impone la lengua, salta a un sentido figurado y estético que le asigna la literatura y las instituciones que la definen. En nuestra época debemos tener en cuenta el valor de los concursos literarios, los estudios en el marco de la universidad y la influencia de la industria editorial.
¿Qué ideas, qué modo de pensar, instala en el lector una pieza literaria? ¿Quién las determina como válidas o no? Pensemos en un lector infantil, por ejemplo, frente al clásico cuento de La Cenicienta: Las ideas rondan por la bondad y la maldad, el amor y el odio, valores connotados desde pautas sociales y culturales que constituyen un cúmulo de “ideas”, “de ideología”. ¿La bella siempre es rubia y de ojos azules? ¿El príncipe era guapo porque era buen mozo o porque era muy trabajador, como opinó una niña de zona rural por la zona de Calchín? ¿Las hermanastras intentaban calzar el zapato porque eran codiciosas o porque en la ley de la selva y del mercado todo vale, como pregonan los gurúes de la globalización? ¿El príncipe en las versiones más Disney, es siempre azul por alguna connotación especial.... qué pasa que nunca no es rojo o negro... o amarillo o verde? ¿Por qué lo blanco se asocia a lo bueno y lo negro a lo malo, es sólo una cuestión de iluminación, o es racial?
Podría deducirse entonces, que una obra literaria alberga por lo menos tres afluentes ideológicos: las del autor que quiso contar su historia en ciertas condiciones de producción; la del lector que le dio su interpretación y versión en ciertas condiciones de recepción; y las condiciones de circulación que cargan de sentido todo lo que ingresa en determinado espacio cultural.
Literatura y ficción
Hay quienes consideran que lo que diferencia a los textos literarios de otro tipo de productos realizados con palabras (los manuales de instrucciones, los reglamentos, las noticias periodísticas) es la pertenencia de la literatura al campo de la ficción.
El problema, en este caso, sería aclarar qué es la ficción. Habitualmente se la equipara con la "fantasía", lo "no real", la "cosa simulada", el "producto de la imaginación" lo "fingido" o la "acción de mentir". Pero estos conceptos poco tienen que ver con la ficción.
La ficción no es lo contrario de lo real, sino que presenta la imagen que de lo real puede construirse. Se construye como la imagen de la realidad que en un tiempo histórico determinado se propone para definir los ideales o para destacar los problemas o la decadencia moral y plantear los principios que deben modificarse.
Entonces, si se considera que la ficción es uno de lo medios para conocer la realidad, la noción de literatura se amplía y pueden incluirse en ella textos que no son totalmente “producto de la imaginación”.
¿Por qué leemos literatura?
Desde que aparecieron las primeras obras, la literatura fue de alguna manera una forma muy particular de diálogo entre dos personas: el autor y el lector. ¿Qué buscan cada uno de ellos? ¿Para qué le sirve a uno y a otro la literatura? Son las propias obras literarias las que, a veces, dan las respuestas:
Madame Bovary, la protagonista de la novela homónima del escritor francés Gustave Flaubert (1821-1880), leía novelas como una forma de escapar de su realidad, a la que consideraba mediocre y falta de interés. Scherezade, en Las mil y una noches, le narraba cuentos al sultán para evitar que le cortara la cabeza. El protagonista de "La tortuga de agua dulce", de la escritora estadounidense Patricia Highsmith (1921-1995), lee para no escuchar los reclamos de su madre. Bastián Baltasar Bux, de La historia interminable, del alemán Michael Ende (1929-1995), se refugia de las burlas de sus compañeros a través de la lectura, para finalmente convertir el acto de leer en la única posibilidad de salvar el mundo de Fantasía, en inminente peligro de extinción. Martín Fierro, el protagonista del poema del argentino José Hernández (1834-1886), se pone a cantar para "consolarse de una pena extraordinaria". El español Fernando de Rojas (1465-1541), explica en el prólogo de La Celestina, que ha escrito esa obra como advertencia a los jóvenes de los peligros que pueden acarrear ciertas formas del amor. Otros, leen por obligación.
Es decir, cada lector y cada escritor usa la literatura con fines diferentes, pero todos, o la mayoría, parecen tener en común el hecho de encontrar en la literatura una forma muy especial de placer.
La función estética
Casi todas las obras que se consideran literarias producen una suerte de placer vinculado con lo bello. El que lee una novela o un poema encuentra un goce particular, diferente de otras formas del deleite. Ese goce que la literatura, como las obras artísticas en general, es capaz de generar, se denomina "placer estético". Aunque todos podemos sentir placer estético ante formas que no provienen del arte –quizás una jugada maestra que termina en un gol inolvidable-, referirse a él ha sido, por largo tiempo, un modo de unificar criterios para definir tan complicada cuestión.
Por ejemplo, una muy tradicional propuesta para distinguir los textos según su finalidad es la que resulta del “esquema de la comunicación” de Roman Jakobson. ( presentado en un congreso en 1960 y publicado por primera vez en 1963).
- La finalidad de informar "a través de las palabras" se logra principalmente mediante la función informativa que, para tal fin, emplea una serie de estrategias particulares.
- La finalidad de llamar la atención de alguien "a través de las palabras", se logra principalmente por medio de la función apelativa.
- La finalidad estética propia de las obras literarias se vale especialmente de la función poética o estética. Esta función se caracteriza por interesarse en el mensaje mismo, no sólo por lo que se dice sino por cómo se lo dice; esto significa que el lenguaje pasa a ser el protagonista del texto a través de una cuidada selección y combinación de las palabras.
La función poética es visible especialmente en la poesía. Un ejemplo lo representa el siguiente texto de Antonio Machado que está dedicado a su difunta esposa, a quien el poeta asocia con el paisaje español de Soria y sus años más felices.
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva
como una campana virgen
de un alba de primavera.
Machado, Antonio. Campos de Castilla. Madrid, Cátedra, 1900. (Fragmento.)
El lenguaje literario
Dado que el lenguaje cobra una particular importancia en los textos literarios, es interesante analizar cuáles son los rasgos que lo caracterizan:
1. crea sentidos que a veces remiten a la realidad que comparten autor y lector, o bien crear sentidos que funcionan de modo particular hacia dentro del texto;
2. tiene la capacidad de crear su propia realidad, por tal motivo, durante mucho tiempo se apeló a la noción de ficción para distinguir el texto literario de otros; esto significa que cuando leemos no nos proponemos contrastar, comparar la realidad elaborada por el autor y la vida cotidiana. A esta disposición frente al texto se la llama “pacto de lectura”, y es posible que sea un elemento de mucha ayuda para una definición de lo literario.
Decidir qué es literatura
De manera que, para llegar a una definición de literatura, se pueden reunir los siguientes aspectos:
1. es un producto humano que se realiza por medio de las palabras;
2. el concepto de belleza es variable, ya que está determinado por la época y por cada grupo social y cultural. Por lo tanto, lo que se considera literatura también cambia;
3. los lectores y los autores tienen diferentes intenciones al abordar una obra literaria. Sin embargo, es legítimo considerar que ambos coinciden en buscar en la literatura un tipo particular de placer que puede denominarse "placer estético".
Una posible conclusión a partir de lo anterior es que todo lo que se lee como literatura es literatura. Esta nueva definición le otorga un lugar privilegiado al receptor, quien tendría en sus manos los elementos que permiten caracterizar a una obra como literaria o no literaria. Claro que esta idea está atravesada por diferentes evaluaciones sociales que configuran el marco interpretativo del lector en cuestión.
Pero, además, según las épocas, los grupos sociales y las regiones, los textos literarios integran o no "la literatura". Es decir, una obra puede no ser considerada literaria por sus contemporáneos pero tiempo después puede incluirse en esa categoría. Un ejemplo representativo es el del escritor francés, conocido como el Marqués de Sade (17401814), quien escribió en su época obras que escandalizaron a sus contemporáneos. Las mismas fueron consideradas obscenas y consecuentemente carentes de interés artístico. En la actualidad, son consideradas literarias y se estudian en las universidades, y en cierta medida, sus estrategias de trasgresión ya no son tan escandalosas.
El canon literario
Cuando se habla de géneros u otros tipos de clasificación de obras, nunca se abarca la totalidad de lo escrito, sino lo que, por distintos motivos, parece dar respuesta a la pregunta por qué es la literatura, observada como una historia de textos. Y cómo sucede en otros ámbitos, también está sujeta a intereses ajenos a lo propiamente literario. Un ejemplo de ello es el largo tiempo que transcurrió hasta que la literatura consiguió distanciarse de la función didáctica y darle preponderancia a su función estética.
La palabra canon significa "lista o catálogo". En relación con el arte, se aplica al conjunto de obras consideradas como artísticas en un período determinado. Entre ellas, se incluyen no sólo las obras realizadas por los autores contemporáneos sino también las de otras épocas, y que forman parte de la tradición literaria. Las obras que no son incluidas dentro del canon literario (o que, en muchos casos, son deliberadamente excluidas) pasan a formar parte de lo que en los estudios literarios se llama con frecuencia “periferia”, por tener una relación problemática con los rasgos que definen lo literario en determinada época. Por eso, muchas veces, textos que conforman la literatura marginal en una época, forman parte del canon literario de otra.
La característica más importante del canon es su relativa inestabilidad, dado que el concepto está permanentemente sujeto a redefinición. Su variación está determinada por cuestiones referidas en gran medida al diálogo que establecen con otros discursos como el histórico, el político y el económico.
El canon se constituye, principalmente, a partir de instituciones como los medios de comunicación, las universidades, la crítica literaria y las editoriales que determinan qué textos se ofrecen como literatura y cuáles no.
Las relaciones transtextuales.
A modo de acercamiento al gran problema de los modos de abordar una obra literaria, pueden identificarse en dos grandes tendencias: una es la que agrupa los estudios que se preocupan por aspectos inmanentes de la obra literaria, es decir, sus aspectos formales –cómo se estructura la obra, el tipo de narrador, los personajes y sus relaciones, etc.-; otra perspectiva en los estudios literarios, llamada trascendente, indaga en el vínculo entre diferentes elementos de la obra y las condiciones de producción en las que fueron elaborados –la relación de la obra con otros discursos como el periodístico o el político, la presencia de determinados temas vinculados al contexto social y cultural, la relación conflictiva entre los autores consagrados y los escritores más jóvenes, etc.-.
En 1982, el teórico francés Gérard Genette publicó su célebre obra Palimpsestos . Partiendo de la idea de que todas las obras literarias mantienen relaciones explícitas u ocultas con otras obras del mismo género o de otros géneros, denominó transtextuales a estas relaciones y distinguió cinco tipos diferentes,
1. Paratextualidad. Es la relación que un texto mantiene con sus paratextos, es decir con sus títulos, subtítulos, prólogo, epílogo, notas, epígrafes, ilustraciones, faja, etc. Los paratextos brindan información accesoria en relación con el texto principal. También se incluyen en esta categoría los pretextos, es decir: los borradores, esquemas y proyectos del autor.
2. Metatextualidad. Es la relación de comentario que une un texto a otro. Es decir, uno de los textos se refiere al otro, habla de él. Por ejemplo: los textos producidos por la crítica literaria y publicados en los suplementos culturales de los diarios son metatextuales, porque se refieren a otros textos, como novelas, biografías, y libros de cuentos o de poemas.
3. Architextualidad. Es la relación que entabla un texto con el conjunto de categorías generales a las cuales pertenece (poesía, novela, ensayo, biografía, etc.). En general, esta relación se ve en el paratexto. Por ejemplo en títulos como: Antología poética, Ensayos, La novela de Perón, etcétera.
4. Hipertextualidad. Es la relación que un texto mantiene con otro escrito anteriormente y del cual deriva. Por ejemplo: la "segunda parte" de una historia, en tanto es continuación de un texto previo, mantiene relaciones de hipertextualidad con ese texto.
5. Intertextualidad. Es una relación de correspondencia entre dos o más textos. Su forma más explícita y literal es la cita (reproducción entre comillas de un texto escrito por otro). También se incluyen en esta categoría el plagio (préstamo no declarado, pero literal) y la alusión (referencia a un texto sin nombrarlo).
La intertextualidad
Las obras literarias hacen permanentemente referencias a otros textos. Esa intertextualidad puede aparecer disfrazada: en una novela, por ejemplo, puede haber un personaje proveniente de otra; o una situación narrada en un cuento puede aparecer en otro, con distintos matices.
Los textos "citados" en una obra literaria pueden ser de los más diversos autores, de cualquier tiempo y lugar. Debido a esto, se dice que todos los textos "hablan" con otros, anteriores o contemporáneos.
Por eso, se pueden analizar las múltiples formas en que aparece la intertextualidad en cada obra en particular. Así entendido, un texto resulta un acto de absorción de otros textos a los que, incluso, puede parodiar o criticar.
De aquí, se desprenden dos consecuencias fundamentales para el análisis literario:
1. ningún texto literario resulta radicalmente "original": siempre es la marca de una lectura y de una apropiación generalizada de textos anteriores;
2. tampoco puede concebirse al autor como un sujeto plenamente consciente de sus propios procedimientos y contenidos.
La polifonía
En música, se designa con el término polifonía a la confluencia de múltiples voces o sonidos independientes que forman un todo armónico. En el análisis del discurso y en la teoría literaria, la polifonía se refiere a las múltiples relaciones que un enunciado mantiene con los otros enunciados que circulan a su alrededor.
El concepto de intertextualidad fue desarrollado por el teórico ruso Mijail Bajtin, para designar las relaciones entre textos (más allá de que estén declaradas o no, de que sean intencionales o no). El de polifonía trabaja con todas las voces que atraviesan la cultura.
¿Qué implica una concepción polifónica de la cultura? En una sociedad, se presentan conflictos de toda índole: de clases sociales, ideológicos, religiosos, etcétera. Y, por lo tanto, todo enunciado, al producirse en ese tensionado contexto social, está "dialogando" con los otros que circulan a su alrededor. Cada enunciado, a su propio modo, toma una posición en ese gran diálogo social.
Esto significa que todo enunciado está condicionado por otros, a los que refuta o adhiere, con los que polemiza o a los que toma como puntos de referencia. Estos enunciados son actos discursivos individuales pero remiten a formas medianamente establecidas llamadas géneros discursivos.
Formas de polifonía
En un texto, la polifonía se manifiesta de distintas formas: por medio del uso del discurso directo, indirecto o indirecto libre, y por medio de la ruptura estilística.
1. Discurso directo. Es una cita directa de lo dicho por alguien. La voz de quien se cita puede presentarse entre comillas o con un guión de diálogo. Por ejemplo: Dijo Juan: “Me voy de viaje”. Luego saludó a los presentes y cerró la puerta. Aquí, lo que dice Juan aparece entre comillas, separado del resto del texto. En el resto del texto, habla otro: un narrador que cuenta lo ocurrido.
2. Discurso indirecto. Es una cita de lo dicho por alguien por medio de verbos como "decir" seguidos de los subordinante "que" o "si". Ya no se emplean las comillas ni el guión de diálogo. Por ejemplo: Juan dijo que se iba de viaje. Luego saludó a los presentes y cerró la puerta.
3. Discurso indirecto libre. Se trata de enunciados en tercera persona, en los que se hace imposible establecer una división tajante y nítida entre las distintas voces. Por ejemplo: Juan dijo que se iba de viaje. No quiso dar explicaciones: ya lo tenían harto. Aquí, no se puede saber quién sostiene que "lo tenían harto": puede ser el narrador, el personaje (Juan) o ambos.
4. Ruptura estilística. Se trata de la inclusión, en un texto, de voces pertenecientes a distintos niveles y lenguajes sociales (jergas, dialectos regionales, lenguajes técnicos, etc.). La ruptura estilística se presenta, por ejemplo, en este fragmento de "El idioma de los argentinos" (1929) de Roberto Arlt (el texto habla de los académicos de la época): "Son señores de cuello palomita, voz gruesa, que esgrimen la gramática como un bastón, y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra. [...] Estos caballeros forman una colección pavorosa de engrupidos ¿me permite la palabreja? [...]". Aquí, el término “engrupidos” remite a un registro y a un estilo diferente del habitual en hablantes cultos.
Los géneros literarios
Clasificar y agrupar la vasta producción de obras literarias en distintos géneros, obedece a la necesidad que tiene el hombre de organizar, en categorías, elementos independientes pero de características semejantes, para diferenciarlos de otros con particularidades distintas. De hecho, ¿sabías que la palabra género, derivada del latín “genus – eris”, significa origen de “especie”? Pero esta palabra tiene un origen más remoto en el griego “geneá”, que significa nacimiento, origen.
Así es que, acercándonos a una definición del concepto de género literario, podríamos decir que éste es la “expresión con la que se denomina un modelo estructural que sirve como criterio de clasificación y agrupación de textos (atendiendo a las semejanzas de construcción, temática y modalidad de discurso literario) y como marco de referencia y expectativas para escritores y públicos” (Calderón, Demetrio Etébanez. Diccionario de términos literarios. Madrid: Alianza, 1996). Cuando Genette desarrolla su idea de “architextualidad”, introduce en los estudios literarios, ya no la idea de un origen de los géneros como era frecuente entre los analistas del tema, sino la importancia de factores culturales.
Siguiendo la definición anterior, es decir, considerando las semejanzas de construcción, temática y modalidad de discurso de las diversas obras literarias, tradicionalmente se han establecido tres grandes géneros literarios:
Antes de avanzar hacia una definición y caracterización en profundidad de cada uno de los géneros literarios anteriormente señalados, es importante destacar que raramente las obras literarias reproducen un arquetipo genérico. De hecho, la narrativa, al incorporar el diálogo de los personajes, utiliza un recurso propio del drama. En tal caso podemos plantearnos el análisis del efecto de dramatismo que tal elemento introduce en la narración. También es posible encontrar elementos líricos en la obra dramática, como en el teatro de García Lorca, o la incorporación de un narrador, como lo hizo Bertolt Brecht en sus dramas.
Por lo tanto, la adscripción de una obra a un género en particular se determina por su mayor proximidad a lo narrativo, lo lírico o lo dramático.
No hay comentarios:
Publicar un comentario